jueves, 3 de febrero de 2011

AMIGO CONDUCTOR

    Daniel siempre acaba su jornada laboral a las nueve y media de la noche y desde su puesto de trabajo hasta su hogar solo le separan veinte minutos en autobús. ¿Por qué entonces no regresa a su casa hasta después de las diez y media?
Este comienzo no es un problema matemático, ni tampoco nos encontramos ante una adivinanza, es algo mucho más habitual y sencillo que todo eso y se llama INCOMPETENCIA.
   
     El honrado joven necesita del autobús para desplazarse desde el trabajo hasta su hogar, pero esto el conductor no debe entenderlo muy bien, ya que día tras día pasa por delante de la parada sin hacer ningún ademán de detenerse. Pero ¿por qué?
Cualquiera que leyera el inicio de este artículo podría pensar que el conductor se lleva muy mal con Daniel, o que éste es tan pequeño que apenas puede vérsele a tres metros. Pero no es el caso.

    La parada en la que nuestro protagonista tiene que coger el autobús está en un lateral de la autopista, por lo que el conductor está obligado a realizar un desvío, y salir de dicha carretera para después con algo de trabajo volver a incorporarse a la circulación. Un trabajo muy costoso al parecer puesto que ese desvío para ellos lleva mucho tiempo siendo impracticable.
Hay que decir que la zona es bastante peligrosa, se conocen antecedentes de agresiones a diferentes trabajadores de los alrededores y por ese mismo motivo en esa parada ya no hay aglomeración de gente, podríamos incluso decir que está totalmente desierta.
Nuestro amigo comenta que antes cuando más empleados esperaban el transporte público si realizaban la parada, pero que ahora cuando le ven a él solo, no se lo piensan dos veces y pisan bien fuerte el acelerador, seguramente para evitar un cara a cara que moralmente algún que otro conductor no podría soportar.
 ¿Qué hace entonces cuando ve pasar un autobús tras otro y  ninguno se digna a realizar la parada en la que él espera para regresar a casa? Pues no le queda más remedio que caminar hasta la estación de trenes la cual está a varios kilómetros. Recordemos que es un lugar peligroso por lo que como estaréis pensando no tiene que ser plato de buen gusto atravesar esas calles que él describe como siniestras y oscuras.

    Para más INRI cuando Daniel se dirigió a la central de autobuses decidido a poner una reclamación, uno de los conductores, de forma despreocupada, se encargó de dar la vuelta a la situación dejando a nuestro compañero como el culpable de esperar horas y horas, argumentando para ello, que los usuarios deben levantar el brazo al ver llegar su transporte, ya que sin ese movimiento la detención no tiene por que hacerse efectiva. Como os podréis imaginar, aún realizando meneos imposibles para el mejor de los bailarines, los autobuses siguen sin parar.

    ¿Acaso reciben un incentivo por llegar antes a su destino? ¿Tienen miedo a la zona en la que está situada la parada?¿Le tienen miedo a Daniel? Por ahora y mientras que resolvemos la causa de este extraño suceso, nuestro amigo seguirá allí, bailando “los pajaritos” y rezando por que alguno de sus “amigos conductores” se pare para llevarle a casa.

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